La Facultad de Letras de la Universidad del Cayal organizó alguna vez la primera y única convención de especialistas en el género de la novela documental. El bien financiado evento contó con la presencia de guionistas de la talla de Brunéi Bardou, Vicente Flores y la actriz Shelley Daqui. Un día antes de la solemne inauguración, llegó noticia de Londres: el esperado “genio del siglo”, John J. Philips, no llegaría. Ante la urgencia de cubrir el hueco en la agenda, la junta directiva invitó al inigualable teórico y carpintero del alma, el Dr. Sigifredo Sternstaub, quien aceptó inmediatamente debido a su aprecio por las suplencias de última hora.

Una tarde (Álvarez Thomas en su Crónica de la Ilustración, la ubicará en “el 3 de febrero”) se acercó a Sternstaub un estudiante que acaba de escribir un ensayo basado en sus propios experimentos sobre la “Técnica Instrospectiva de la Clasificación de los Discos de Jazz (y quizá algunos otros)” – obra más reciente del galán patagónico – con la intención de discutir sus conclusiones con el autor.

Es conocimiento de todos la enorme disposición de Sternstaub hacia la juventud, gracias a la cual “la patira ha alcanzado la virtud y la gloria anhelada por nuestros padres fundadores”. Genuino a sus palabras y aún más a su corazón, Sigifredo miró al prometedor pupilo, le robó la cartera y un salamín (que él mismo le había regalado) y huyó corriendo al grito de “¡Agarrámela!