Pescadores, poetas y otros mentirosos.

O personas, que es más genérico. Todos los días actores enmascarados llenan las calles, los cafetines, las plazas y los burdeles. Pretendientes de una esperanza disimulada, alquilada en una feria y envuelta para regalo. Son humanos según las enciclopedias, pero la definición parece no suplir el alcance de la multiplicidad de especies que los agrupa. No hay duda, toda contradicción es una doble verdad, es decir, todo es mentira (relativo dicen los científicos que son la especie acumuladora). En el medio, entre una verdad y la otra aparecen ellos, esos seres pálidos sacados de relato mínimo capaces si no de entender, de vislumbrar que es también apreciar. Los vamos a llamar, irrespetuosamente, sabios porque han adquirido la capacidad de divertirse en el bar que es la vida y el mundo y han sabido darse cuenta: la realidad es una novela que inventamos para no caer de bruces en la primera pisada. Por esto, hay que irse con vuelo lento, alas extendidas, como planeando, mirando hacia abajo buscando a los otros, reunirse, embriagarse de risotadas y celebrar que no hay universo fuera de este bulo donde se refugian pescadores, poetas y otros mentirosos.